Por Dr. Giovanni P. Freire
La preocupación por la belleza no es algo que sea exclusivo de nuestro tiempo, una apariencia agradable, un rostro hermoso, un cuerpo grácil es algo que se ha valorado desde tiempos antiguos y que además refleja el estado de salud del ser humano.
Decir que la belleza es subjetiva es un error que con frecuencia cometemos, lo hermoso, lo bello es siempre real y objetivo, lo subjetivo es la percepción de la misma por nuestros ojos, aunque esto evidentemente ha ido variando a través de las épocas y las diferentes culturas.
Creo que lo realmente acertado es hablar de “armonía”, la armonía siempre nos cautiva, nos transmite serenidad, paz de los sentidos y es lo que ha de pretender un cirujano plástico si realmente posee el «don» de las proporciones y si ha conseguido ser un escultor de la materia humana.
La belleza bien entendida no es frívola en lo más mínimo, ha de huir de las corrientes, modas y tendencias del momento y ha de buscar la armonía como fuente de la verdadera belleza.
En un inicio la medicina plástica desempeñaba una función reparadora frente a las fatalidades de la vida, pero en los años 60, Estados Unidos abanderó la revolución de esta rama de la medicina atendiendo a imperativos estéticos y surgieron verdaderos artistas de la cirugía plástica como el Dr. Ivo Pitanguy, él como pocos ha sabido utilizar las técnicas de la reparación en conseguir una armonía de los rostros y los cuerpos.
No hay que sentirse mal por querer mejorar mediante la medicina estética, no vamos a ser peores personas (ni mejores) por auxiliarnos de ella, no hay que tener miedo a perder la “personalidad” (como suele escucharse) esta no está en un trozo de hueso excesivo que deforma una nariz o en unos centímetros de más, los seres humanos somos mucho más ricos y complejos que eso. Mejorar mediante la cirugía estética siempre es una opción personal, pero debemos tener en cuenta nuestras posibilidades reales y tener claro que la cirugía no es un milagro ni una magia, son técnicas científicas cuyo fin es el bienestar del ser humano, la satisfacción con uno mismo (nunca con los demás), el aumento de la autoestima y porque sentirse bello y atractivo no es frivolidad, es sano, lícito y deseable por todo ser humano.